domingo, 15 de junio de 2008

LA ABEJA.

"Era un día muy frío y oscuro de invierno, estaba sola en mi casa y me puse a mirar por la ventana que da al patio. Miré un macetero que tenía allí con un pequeño cactus, de esos que no tienen espinas, y ví que cerca de las raíces había un insecto que parecía muerto. Me acerqué bien a verlo y ví que era una abeja. Parecía absolutamente congelada o muerta. Fuí a buscar un palo de fósforo para tocarla y ver si aun estaba viva. El cielo estaba absolutamente oscuro casi negro y pensé que esa noche llovería. Tomé entonces el macetero y lo entré a la casa. Y ahí estaba la abeja, al tocarla suavemente había movido una de sus patas, pero nada más. Pensé que estaba casi muerta y la dejé ahí en esa habitación. Al menos dentro de la casa estaba abrigada. Me fui a dormir a mi habitación y me encerré con llave. Al día siguiente temprano fui a ver si estaba la abeja, todavía estaba allí, y se movía un poco más. Había llovido bastante en la noche y la dejé un día más dentro de la casa. Al segundo día hubo un hermoso día de sol, y saqué el macetero de la pieza para ponerlo afuera en el borde de la ventana al sol. Ahí ya revivió la abeja. Y salió volando hacia el jardín. Pensé que era curioso que la abeja estuviera en mi jardín en esa época del año, pero pensé también que habían plantas para que se protegiera. ¿Sobrevivió la abeja? No lo se. Pero después de esa experiencia, he visto volar cerca de mi ventana distintas abejas, siempre cerca del lugar donde estuvo esa abeja que cuidé en mi casa".

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