El día 2-3 de Julio de 2008 se cumplen 24 años de la detención que culminó con 6 años de prisión política y posterior liberación al llegar la democracia a Chile. Me permito transcribir el Título XVIII. 18. Razones humanitarias, como recordatorio de dicha fecha.
"TITULO XVIII.
18. RAZONES HUMANITARIAS.
El día 2 de Julio de 1984 fui detenida cuando por razones humanitarias acompañaba a un enfermo de apellido Belmar. También detuvieron a los dueños de casa y, al parecer, a unos niños a los cuales nunca vi. También detuvieron al enfermo. Ese día yo había sido contactada en la plaza Italia, y en un pequeño auto hicimos un trasbordo en un lugar de Santiago que yo no conocía para llegar después a una casa ubicada en una calle sin salida. La casa estaba a oscuras y tenía 3 dormitorios, baño y cocina. Allí vivía al parecer un matrimonio con unos niños. Ese día hacía frío y estaban húmedas las calles. La mujer me ofreció un café que yo acepté mientras permanecía en el living. Al fondo de un pasillo había muchos hombres que entraban y salían de una habitación con luz y donde estaba la persona enferma que en realidad había sido herida a bala en un enfrentamiento con el ejército, dijeron después. Uno de esos hombres se acercó a mi cuando se iban a retirar de la casa después de las diez de la noche y me pasó un dinero porque quería que yo acompañara al herido a una clínica a la mañana siguiente. (El dinero se lo entregué al dueño de casa para que lo guardara hasta el día siguiente). Ellos se retiraron, y la dueña de casa me facilitó una camisa de dormir para que me acostara en la misma pieza del herido. El era un hombre joven que dijo venía del sur y que tenía muy mala suerte al haber caído. Permanecí allí, y cerca de la medianoche, creo, se escucharon disparos a lo lejos, como de ametralladora y al rato sentí que alguien golpeaba la ventana de la pieza que daba a la calle donde dormía el matrimonio. Al parecer, la mujer se levantó y habló con alguien y, al rato allanaron la casa. Entraron muchas personas vestidas con parcas azules, y también carabineros de uniforme, una persona que tomó fotografías y otra que tomó mis huellas en una tarjeta. Ellos dijeron que allí funcionaba una clínica clandestina.
Me vendaron la vista con una venda roja de género y me subieron a un vehículo, un furgón de puertas corredizas, y un hombre hizo que apoyara mi cabeza en sus rodillas y me cubrió la cabeza con una chaqueta. Después de un largo trayecto llegamos a un lugar donde se escuchaba el ruido del agua. Bajamos unas escalas. Era un lugar desconocido para mí de detención. (Cuando llegué a ese lugar me revisaron, tuve que entregar todas mis cosas y firmar un papel; y tuve que ponerme una especie de overol o mameluco, sin que yo llevara nada debajo).
Estaba absolutamente desconcertada y no podía razonar bien. Me encerraron e incomunicaron. Creo que durante cinco días perdí noción del tiempo y el espacio. El lugar al parecer era un subterráneo. Me daban desayuno, almuerzo y onces, por lo cual podía calcular más o menos las horas del día. Te puro y pan. Comidas diferentes, pollo con arroz y fréjoles. El baño era de azulejos blancos y me llevaban con la vista vendada allí, alguien que parecía un soldado. Me tomaba del brazo pues yo no podía ver y esperaba fuera que yo me bañara e hiciera mi aseo personal. Los primeros dos o tres días nadie me preguntó nada. Después entraron a la celda personas diferentes para preguntarme como había llegado al lugar donde estaba el herido. Yo les decía que no conocía a nadie, y que me habían pedido, tan sólo, acompañar a una persona muy enferma a quien tampoco conocía, y al cual querían trasladar a una clínica. Me costaba defenderme en esa situación, pues yo pensaba que no había hecho absolutamente nada para estar detenida en esas condiciones. Tengo la impresión, en algún momento, de estar en una habitación a oscuras donde había hombres y una persona que me pedía que hiciera un relato, y que lo que yo hablaba aparecía en una pantalla iluminada, como en una película. Yo no podía hacer un relato, hubiera preferido que me hicieran preguntas. En algún momento perdí el autodominio de mi conciencia, no se si me dieron algún medicamento o droga, y si fue con autorización de algún médico. Me parecía estar en una habitación oscura con caras blancas y azules como pintadas con óleo, que aparecían y desaparecían como si se deshicieran en la oscuridad. Parecían máscaras flotantes. En esa oscuridad yo buscaba un ángel, pues alguien me había dicho que se llamaba así. Me daba la impresión que había mucha gente allí y pensé que algunas de esas personas eran médicos. En otro momento me pareció escuchar el choque de las armas. Yo hablaba con alguien que permanecía en la oscuridad, y le decía: “Es curioso, usted me agrada y no debería agradarme, pero me agrada porque es gentil”, y me daba mucha risa. Parecía ebria, me parecía flotar en un mar de oscuridad. Después desperté en una habitación en penumbras donde había un hombre a mi lado mirándome. La habitación estaba a oscuras pero penetraba la claridad de un pasillo. Parecía enojado y me preguntó que me pasaba, si estaba borracha. No le respondí nada, y no se cuando salió de allí. Me dejó encerrada en una habitación con luz. Sentía que todo giraba pero pensé que no podía estar allí eternamente, y pensé además, que allí había grabaciones. Se escuchaba como si hubiera una radio encendida en otro lugar. Tocaban música clásica pero en algún momento se escucharon groserías, las cuales fueron interrumpidas, y no escuché nada más. Nadie me golpeó. Tal vez fui drogada pues en algún momento perdí completamente el sentido. Me sacaron de allí y me llevaron a una fiscalía militar. Estuve dos veces, al parecer, en una fiscalía militar En una de esas dos veces creo que vi a mi hijo mayor, no estaba segura si era él. Me incomunicaron otros cinco días en la cárcel de San Miguel, con orden de un fiscal militar. Allí me recibió un funcionario de gendarmería, el cual se comportó profesionalmente; junto a él había una funcionaria. Allí me dejaron encerrada e incomunicada en una enfermería. Los dos últimos días me encerraron en un calabozo antes de trasladarme al recinto donde estaban otras compañeras de detención, presas políticas, a las cuales no conocía. Pero eso es ya otra historia".
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